#1 Claridad y honestidad
Comunicarse inteligentemente significa entenderse a una misma primero.
¿Cuántas veces te has quedado en un lugar o relación sabiendo que era momento de moverse?
¿Cuántas veces has soportado palabras y acciones de otros que estaban desalineadas completamente con lo que valoras?
La falta de claridad y honestidad con una misma nos lleva a permitir relaciones y situaciones que, si pusiéramos atención a lo que sentimos, tendríamos claridad de que no están alineadas con lo que queremos experimentar en nuestras vidas.
El miedo, por ejemplo, es una emoción natural, pero no nos gusta sentirla.
El miedo es la señal de que te estás moviendo de lugar aunque sea solo una idea o un deseo que habita en tu cerebro inicialmente.
Apartarse de una relación donde no se es apreciada es un movimiento que debería ser natural, pero a muchas nos genera ansiedad y temor. Preferimos mirar hacia otro lado en un intento por evitar esas sensaciones que no dejan de timbrar con insistencia.
Las emociones son información. Ellas traen mensajes importantes solo para quienes están dispuestas a examinarlas.
Susan David, psicóloga y autora del libro “Agilidad Emocional”, explica que entender las emociones es complejo porque cada una de nosotras recibe mensajes y sensaciones diferentes a partir de las emociones que experimentamos.
Padecí mucho enojo en el pasado. Y ese fuego que me quemaba lo sentía subiendo de mi estómago hacia el pecho y, dependiendo de la intensidad emocional, llegaba hasta la garganta y de ahí hasta la cabeza.
No fue hasta que aprendí a estar presente con esta emoción, sin juzgarla, permaneciendo en la incomodidad de sentir y observando en quien me convertía cuando la experimentaba, que descubrí las valiosas lecciones que tenía para mi.
La rabia significaba, entre otras cosas que:
Estaba siendo desleal conmigo misma.
No estaba clara de cuáles eran mis límites.
No atendía el agotamiento extremo que sentía.
Tenía miedo al abandono.
Estaba harta de ser una “niña buena.”
No soportaba seguir poniéndome a la cola de mis proyectos.
No me atrevía a tomar decisiones.
Pude descubrir esos patrones cuando me detuve y diseñé para mí un espacio en el que empecé a observarme y a sostener una comunicación inteligente conmigo misma.
Si no te detienes tampoco te entiendes.
Negar lo que se está sintiendo, frente a una situación o relación importante no hace sino empeorar la intensidad de las emociones.
Sabemos que en cuanto nombramos lo que estamos sintiendo, la intensidad emocional empieza a bajar, y abre un espacio a opciones para responder desde un estado mental y emocional más regulado.
En el pico emocional no es posible pensar efectivamente, tampoco comunicarse con una misma y mucho menos con los demás.
La comunicación se rompe en todos los sentidos.
Quien está intentando comunicarse se bloquea y el receptor de la comunicación hace lo mismo, porque su sistema de respuesta al estrés identifica como peligro la desregulación de la otra persona. Esto se conoce como visión de túnel y significa que solo se percibe la amenaza.
Comunicación Inteligente
Olvídate de una escucha activa o de una presencia consciente en tu comunicación cuando estás desregulada emocionalmente, o cuando estás recibiendo el mensaje que llega de alguien que lo está.
Para sostener una comunicación inteligente se necesita:
Fortaleza para apartarse hasta que la marea emocional haya bajado.
Entender que las emociones se traslucen a través del lenguaje no verbal.
Reconocer que cuando las palabras no están acompañadas de las emociones adecuadas, el interlocutor percibe a nivel inconsciente esta incoherencia y se genera desconfianza y falta de credibilidad.
Comunicarse inteligentemente significa entenderse a una misma primero.
Sin duda que todas, sin excepción, tenemos y tendremos desafíos con la regulación emocional.
Seamos honestas.
Es difícil sentir de verdad.
Es difícil estar presentes en nuestros cuerpos y aceptar la incomodidad corporal que surge cuando estamos frustradas, cansadas, enojadas o tristes.
Pero también es cierto que no existe manera de escapar a nuestras emociones.
Sentir es nuestra naturaleza.
Y como dice Marc Bracket, director del Instituto de Inteligencia Emocional de la Universidad de Yale, en su libro “Permiso para sentir”, nuestras emociones impactan en cinco áreas principalmente:
Hacia dónde dirigimos nuestra atención “qué recordamos y qué aprendemos”.
En la toma de nuestras decisiones.
Con nuestras relaciones sociales.
En nuestra salud; y finalmente
La creatividad, la efectividad y el desempeño. Hello relaciones de negocios exitosas.
Dejar de sentir, ¿es posible?
Aprendimos que las emociones son un estorbo o que una persona “muy emocional” no es confiable y además es poco productiva. Muchos todavía creen que las emociones “son cosa de mujeres”.
Incluso, he escuchado a hombres decir que “las mujeres están diseñadas para ser el sostén emocional y los hombres el sostén económico”, afirmación que les evita asumir la responsabilidad de su vida emocional y la conexión con sus principales relaciones.
Pero cuando evadimos las emociones y las sensaciones asociadas a ellas nos disociamos de la realidad, y la posibilidad de conectar con los demás se reduce radicalmente, afectando nuestra comunicación y liderazgo.
Nunca te olvides que sentir, el amplio rango de emociones que somos capaces de experimentar, es un superpoder, y que cuando aceptas la incomodidad tanto como la plenitud en tu mundo emocional, te vuelves capaz de dirigir tu vida con claridad acerca de lo que valoras, o a qué o a quiénes deseas cerca o lejos de ti.
Tu vida cobra sentido, puedes dirigirte claramente y comunicar inteligentemente.
Re-significar, es una palabra que aprendí en terapia que sustituyó el deseo de dejar de sentir, o dejar de recordar. Gracias Nadina por tus reflexiones.